Un día 6 de enero de 1.546 aparece la imagen de la Virgen en las costas de Orchilla. Según cuenta la tradición, la dejaron unos marineros que se dirigían a América, a cambio de víveres para la dura travesía. La talla se depositó en el Caracol, en la cueva que llamaron a partir de ese momento ‘Cueva de La Virgen’. Esta es, en síntesis, la historia, sin adornos, que narra la llegada de la Patrona de El Hierro a la isla.
Pero existe otra historia que relata la llegada de la santa imagen a la isla y que ha quedado recogida en los libros de Historia de la siguiente manera y que recogemos literalmente tal y como fue escrita en su día:
“Allá en la noche del sábado, cinco de Enero del año mil quinientos cuarenta y seis, serían las nueve, la lluvia pertinaz y el intenso frío de aquella noche lóbrega y triste, más solitaria y triste por encontrarse en las costas de La Dehesa de esta Isla de El Hierro, las inclemencias del tiempo habían recluido, en una cueva de las cercanías del Lomo Bermejo a casi todos los pastores que devotamente hallábanse rezando el Santo Rosario. Aquellas sencillas gentes, entre gozo y gozo (y cada vez uno de los moradores de la cueva) asomábase por si oír podían, ora el asolado valido de una res, ora el grito lastimero de algún retrasado compañero, que pidiera auxilio; al tocarle el turno a uno de ellos que por Bartolomé Morales respondía, proyectados por refulgentes reflectores que rasgaban la intensa oscuridad de la noche. Dada por aquél la voz de ¡Alerta! Todos quedaron pasmados ante tamaño fenómeno, ignorando si sería sencilla realidad o alucinaciones de aquellas pobres gentes (pero según dice la tradición aquella noche vieron cosas sobre naturales).
Al amanecer del seis, la tormenta había cesado, y con sorpresa vieron que en el próximo puerto de Orchilla se hallaba anclado un velero, jamás aquel puerto, que en época no muy lejana había sido el último meridiano del mundo, era visitado por un bajel de tal porte. Sólo de vez en cuando algún barco argelino había dejado ver los albornoces de sus tripulantes, ladrones crueles que para apoderarse de los ganados que en aquellas cercanías apacentaban descuidados, dispersaban a sus tranquilos y aterrorizados dueños; pero de aquel barco sólo un pequeño bote tripulado por dos marinos y mandado por un anciano de luenga barba, que parecía llevar la honradez legendaria en todo su aspecto, se destacó en su borde, y poco después atracaba a los acantilados peñascos de la playa.
Confiados todos los pastores, acudieron presurosos por si aquellos prójimos necesitar pudieran sus servicios; aquel anciano de luenga barba, que dijo ser el capitán de aquel navío, les narra la tormenta pasada, en la que había vidas. En cambio de agua y algunas vituallas para poder seguir su viaje a Cuba recién conquistada, ofrecióles una Imagen que a bordo conducían.
Los pastores ante aquella oferta, adornada con pretendidos milagros relatados por el capitán, después de tratar con aquel el precio de la venta de dicha Imagen, entregándole a cambio agua, carne, queso y lana, y tras ocho días de esa densa calma que casi siempre sigue a las tormentas y que allí retuvo al bajel, alejase el barco. En poder de los pastores deja a ellos la Sagrada Imagen. Describir el alborozo de aquellos humildes campesinos es imposible; llenos de júbilo condúcenla al "Caracol" y en una cueva que, entre otras, había allí, y que desde entonces es co- nocida por "Cueva de la Virgen", la depositan provisionalmente. En aquella cueva recibe la Excelsa Señora el cariñoso homenaje de los pastores, quienes en memoria del día que la obtuvieron la llaman Virgen de los Reyes”.
De esta manera, se convirtió en la protectora y patrona de La Dehesa y de los ganados, acordándose celebrar una festividad anual en su honor el 25 de abril, fiesta que se ha seguido celebrando hasta nuestros días bajo el nombre de "Fiesta de los Pastores".
Nombran a un Mayordomo y le entregan todos el primer cordero que les nace y el primer queso que fabrican, para de este modo aumentar el patrimonio de la Virgen día a día y poderle construir a la Madre su casa.
Este hecho se produce construyéndose una ermita en las proximidades del Caracol, que albergará a la imagen y a los pastores en las noches frías y húmedas. Un lunes, 25 de abril del año 1577 se celebra y canta la primera misa en el santuario herreño, la Ermita de La Virgen de Los Reyes.
Ya en el año 1614 una terrible sequía asoló la isla. Los pastores pusieron en conocimiento del párroco la imagen custodiada para rogarle por la tan deseada lluvia. De esta manera, se supo de su existencia en todos los pueblos. Después de conceder las lluvias solicitadas, La Virgen de Los Reyes fue proclamada en 1.643 Patrona Titular de Las Aguas; fecha en la que la agricultura se empezaba a desarrollar en la isla.
Pero en 1.740 la ausencia de precipitaciones fue muy notable, así que los humildes pastores condujeron a la imagen hasta la Villa de Valverde para dedicarle una novena.
Muy pronto llovió de una manera copiosa por toda la isla. Como símbolo de máximo agradecimiento, el 26 de enero de 1741 reunidos en la Parroquía capitalina, la Justicia y Regimiento de la isla, presididos por el Alcalde Mayor, teniente don Juan de Ayala Barreda, el gobernador de las armas, capitán don Pío de Espinosa Guadarrama, el Beneficiado Rector y Vicario don Cayetano Padrón de la Barrera, Francisco Miguel de Castro, Padre Guardían del convento franciscano, alcaldes pedáneos y muchos vecinos firmaron el Voto de llevar en peregrina romería a la Virgen desde su ermita hasta la Villa de Valverde cada cuatro años, siendo la primera Bajada, como se denomina la fiesta religiosa, en 1745.
Así, cada cuatro años se saca a la sagrada imagen de su ermita. Después de celebrar una misa, las autoridades la portan hasta la Piedra del Regidor, donde se la entregan al pueblo para conducirla hasta Valverde, a unos 40 kilómetros de distancia por el llamado Camino de La Virgen, que fueron las antiguas sendas del ganado. Este camino se encuentra dividido en "rayas", que marcan los límites de los distintos pueblos de la isla. La Virgen venerada es acompañada por los bailarines ataviados con su vestimenta tradicional y la sonoridad de pitos, tambores y chácaras.
“Allá en la noche del sábado, cinco de Enero del año mil quinientos cuarenta y seis, serían las nueve, la lluvia pertinaz y el intenso frío de aquella noche lóbrega y triste, más solitaria y triste por encontrarse en las costas de La Dehesa de esta Isla de El Hierro, las inclemencias del tiempo habían recluido, en una cueva de las cercanías del Lomo Bermejo a casi todos los pastores que devotamente hallábanse rezando el Santo Rosario. Aquellas sencillas gentes, entre gozo y gozo (y cada vez uno de los moradores de la cueva) asomábase por si oír podían, ora el asolado valido de una res, ora el grito lastimero de algún retrasado compañero, que pidiera auxilio; al tocarle el turno a uno de ellos que por Bartolomé Morales respondía, proyectados por refulgentes reflectores que rasgaban la intensa oscuridad de la noche. Dada por aquél la voz de ¡Alerta! Todos quedaron pasmados ante tamaño fenómeno, ignorando si sería sencilla realidad o alucinaciones de aquellas pobres gentes (pero según dice la tradición aquella noche vieron cosas sobre naturales).
Al amanecer del seis, la tormenta había cesado, y con sorpresa vieron que en el próximo puerto de Orchilla se hallaba anclado un velero, jamás aquel puerto, que en época no muy lejana había sido el último meridiano del mundo, era visitado por un bajel de tal porte. Sólo de vez en cuando algún barco argelino había dejado ver los albornoces de sus tripulantes, ladrones crueles que para apoderarse de los ganados que en aquellas cercanías apacentaban descuidados, dispersaban a sus tranquilos y aterrorizados dueños; pero de aquel barco sólo un pequeño bote tripulado por dos marinos y mandado por un anciano de luenga barba, que parecía llevar la honradez legendaria en todo su aspecto, se destacó en su borde, y poco después atracaba a los acantilados peñascos de la playa.
Confiados todos los pastores, acudieron presurosos por si aquellos prójimos necesitar pudieran sus servicios; aquel anciano de luenga barba, que dijo ser el capitán de aquel navío, les narra la tormenta pasada, en la que había vidas. En cambio de agua y algunas vituallas para poder seguir su viaje a Cuba recién conquistada, ofrecióles una Imagen que a bordo conducían.
Los pastores ante aquella oferta, adornada con pretendidos milagros relatados por el capitán, después de tratar con aquel el precio de la venta de dicha Imagen, entregándole a cambio agua, carne, queso y lana, y tras ocho días de esa densa calma que casi siempre sigue a las tormentas y que allí retuvo al bajel, alejase el barco. En poder de los pastores deja a ellos la Sagrada Imagen. Describir el alborozo de aquellos humildes campesinos es imposible; llenos de júbilo condúcenla al "Caracol" y en una cueva que, entre otras, había allí, y que desde entonces es co- nocida por "Cueva de la Virgen", la depositan provisionalmente. En aquella cueva recibe la Excelsa Señora el cariñoso homenaje de los pastores, quienes en memoria del día que la obtuvieron la llaman Virgen de los Reyes”.
De esta manera, se convirtió en la protectora y patrona de La Dehesa y de los ganados, acordándose celebrar una festividad anual en su honor el 25 de abril, fiesta que se ha seguido celebrando hasta nuestros días bajo el nombre de "Fiesta de los Pastores".
Nombran a un Mayordomo y le entregan todos el primer cordero que les nace y el primer queso que fabrican, para de este modo aumentar el patrimonio de la Virgen día a día y poderle construir a la Madre su casa.
Este hecho se produce construyéndose una ermita en las proximidades del Caracol, que albergará a la imagen y a los pastores en las noches frías y húmedas. Un lunes, 25 de abril del año 1577 se celebra y canta la primera misa en el santuario herreño, la Ermita de La Virgen de Los Reyes.
Ya en el año 1614 una terrible sequía asoló la isla. Los pastores pusieron en conocimiento del párroco la imagen custodiada para rogarle por la tan deseada lluvia. De esta manera, se supo de su existencia en todos los pueblos. Después de conceder las lluvias solicitadas, La Virgen de Los Reyes fue proclamada en 1.643 Patrona Titular de Las Aguas; fecha en la que la agricultura se empezaba a desarrollar en la isla.
Pero en 1.740 la ausencia de precipitaciones fue muy notable, así que los humildes pastores condujeron a la imagen hasta la Villa de Valverde para dedicarle una novena.
Muy pronto llovió de una manera copiosa por toda la isla. Como símbolo de máximo agradecimiento, el 26 de enero de 1741 reunidos en la Parroquía capitalina, la Justicia y Regimiento de la isla, presididos por el Alcalde Mayor, teniente don Juan de Ayala Barreda, el gobernador de las armas, capitán don Pío de Espinosa Guadarrama, el Beneficiado Rector y Vicario don Cayetano Padrón de la Barrera, Francisco Miguel de Castro, Padre Guardían del convento franciscano, alcaldes pedáneos y muchos vecinos firmaron el Voto de llevar en peregrina romería a la Virgen desde su ermita hasta la Villa de Valverde cada cuatro años, siendo la primera Bajada, como se denomina la fiesta religiosa, en 1745.
Así, cada cuatro años se saca a la sagrada imagen de su ermita. Después de celebrar una misa, las autoridades la portan hasta la Piedra del Regidor, donde se la entregan al pueblo para conducirla hasta Valverde, a unos 40 kilómetros de distancia por el llamado Camino de La Virgen, que fueron las antiguas sendas del ganado. Este camino se encuentra dividido en "rayas", que marcan los límites de los distintos pueblos de la isla. La Virgen venerada es acompañada por los bailarines ataviados con su vestimenta tradicional y la sonoridad de pitos, tambores y chácaras.
*MayTe*